lunes, 5 de marzo de 2012

II DOMINGO DE CUARESMA

“EL SEÑOR JESÚS ES LA ÚNICA LUZ QUE DA SENTIDO PLENO A NUESTRA EXISTENCIA”
Como es tradicional en la Basílica Catedral de nuestra Ciudad, Monseñor José Antonio Eguren, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, celebró la Santa Misa correspondiente al II Domingo de Cuaresma, el cual se caracteriza como el domingo de la Transfiguración de Cristo.
Monseñor Eguren exhortó a los fieles a que, junto con las prácticas cuaresmales de la oración, la limosna y la caridad, “intensifiquemos la meditación de la Palabra de Dios… hagamos silencio y en un clima de recogimiento subamos también al monte de la transfiguración, que el Señor se manifieste y nos dé su Luz, la única Luz que nos da calor, vida y sentido pleno a nuestra existencia”.
Nuestro Arzobispo explicó que “Jesús lleva consigo a la  montaña a Pedro, Santiago y a Juan y les revela su gloria divina, les manifiesta su identidad más profunda: el Hijo de Dios que por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno virginal de Santa María y se hizo hombre para ser nuestro Reconciliador: Jesús quiere que esta luz pueda iluminar los corazones de los apóstoles cuando el escándalo de la cruz sea para ellos insoportable”.
Monseñor Eguren explicó que el acontecimiento de la Transfiguración del Señor Jesús sucedió días después de la profesión de fe de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 13-17). Y que de repente “dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria”. Más aún “llegó una nube que los cubrió…y una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”.
Al respecto nuestro Arzobispo indicó que “el Señor hoy nos invita a conocer la identidad de Cristo, saber quién es Jesús. No hay duda: el Señor Jesús es el Mesías esperado, el Salvador. La Ley (Moisés) y los Profetas (Elías) dan unánime testimonio que Cristo es el Mesías esperado, y que la pasión es el camino a la resurrección”.
“Asimismo - continuó Monseñor Eguren - Jesús nos invita a conocerlo, pues así podremos amarlo y conocerlo de cerca. No podemos conocerlo si el Señor no se nos revela primero, si no se da a conocer. Esta es una clara invitación a descubrir quién es Jesús, y como consecuencia de este conocimiento, entregarle nuestro corazón, entregarle nuestra vida. Miremos el rostro de Jesús, lleno de amor y de verdad, y dejémonos colmar interiormente de su luz”.

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